Por qué no somos felices en nuestras vidas si lo intentamos

El concepto de florecimiento supone una mirada más amplia hacia uno mismo. Entender que el verdadero objetivo vital debe ser la prosperidad interior nos libera del yugo de la búsqueda constante del placer.

PILAR JERICó
16?NOV?2022 - 23:40?COT
Levantarse a las tres de la madrugada para cambiar los pa?ales de nuestro hijo no es una actividad que nos haga especialmente felices. Como tampoco lo es estudiar una oposición o atravesar momentos complicados, ya sea un despido, un proyecto frustrado o una enfermedad. Si la felicidad es el objetivo de nuestras vidas, parece que estamos fracasando demasiadas veces. Pero quizá el problema no resida en lo que nos sucede, sino en el objetivo en que nos hemos empe?ado en insistir en los últimos a?os.
Es posible que exista un propósito más amplio y rea-lista que la felicidad como habitualmente se entiende y que sea posible alcanzar hasta cuando nos vienen mal dadas. Algunas corrientes de pensamiento tradicional ya lo estudiaron. Aristóteles la describió como “eudemonía” y los estoicos la denominaban “ataraxia” o la tranquilidad del ánimo. Independientemente del enfoque, el objetivo sería alcanzar un estado interior de serenidad, donde no siempre hay emociones positivas o experiencias placenteras, sino una alegría más profunda que proviene de la comprensión. Dicha comprensión nos aporta una mayor dimensión de la vida y un sentido, como la madre o el padre que se despiertan en la madrugada para cuidar de su hijo, por ejemplo. Este estado interior está conectado con lo que en la Universidad de Harvard se denomina “florecimiento” (flourishing, en inglés) y que se estudia en un programa donde se dan cita distintas disciplinas para desarrollar un modelo integral de florecimiento humano.
Según el modelo publicado por el doctor VanderWeele, director del programa, podemos trabajar en nuestro florecimiento humano en, al menos, cinco dimensiones diferentes y en cuatro grandes áreas de nuestra vida. Las dimensiones que se correlacionan con este estado interior son: felicidad y satisfacción de la vida, salud mental y física, sentido y propósito, carácter y virtud, y estrechas relaciones sociales. Dependiendo de cada momento, cada dimensión gana o pierde relevancia.
Además, el camino lo podemos enfocar al menos en cuatro áreas de nuestra vida: la familia, el trabajo, la educación y la comunidad religiosa o espiritual. Este último aspecto es novedoso, ya que no siempre se incluye.
Entender que el objetivo de nuestra vida no es la felicidad, sino alcanzar un estado de florecimiento o de prosperidad interior, nos libera del yugo de la búsqueda constante del placer y nos evita ciertos falsos atajos. Según el doctor Lee, el consumismo, el alcohol o el frenetismo en la consecución de objetivos, entre otros, son una manera de anestesiarnos a nosotros mismos y de impedir tomar conciencia de lo que realmente nos sucede. Solo cuando somos honestos con nosotros tenemos la “capacidad de entrar en contacto con la experiencia más profunda de lo que significa ser humano”, y esta es la puerta para acceder a una mayor comprensión y, desde ahí, a fortalecer nuestro camino.